No
es de extrañar que el cine surcoreano haya dado una extraordinaria película
como Train to Busan. Títulos como The Chaser (sobre el mundo sórdido de la
prostitución en Corea del Sur) de Hong-jin Na y Dongju (sobre la ocupación japonesa en Corea durante los años cuarenta)
de Joon-ik Lee solo confirman el buen momento que está viviendo aquel cine
oriental. Ni qué decir de cintas mundialmente vistas como Samaritan Girl o Spring,
Summer, Winter… and Spring del ya consagrado y talentoso director Kim
Ki-duk. En esta ocasión la temática a desarrollar es archiconocida: la plaga
rabiosa de los zombies. Pese a ser un
tema tan mentado —con producciones archimillonarias que, sin embargo, muchas
veces han terminado en fiascos—, el joven realizador Sang-ho Yeon ha logrado
que su trabajo se diferencie notablemente de todas las cintas financiadas por
Hollywood y por otras grandes industrias del cine, como el británico.
¿De
qué trata la película? Un hombre de negocios y su pequeña hija, a pedido de
esta última, un día viajan en tren a Busan, en Corea del Sur, para un
rencuentro familiar. Pero durante el trayecto hechos insólitos suceden: un repentino
incendio en la ciudad, un animal silvestre que revive inexplicablemente y finalmente
una estación, adonde van los protagonistas, que es tomada por los zombies. La película, más allá de apelar
a la acción y a los efectos especiales, explora la condición humana de las
sociedades contemporáneas, y para esto se sirve de aquella plaga que azota al
mundo entero. Así, esta es solo un pretexto para desnudar los flagelos del
hombre actual y afilar una dura crítica contra la sociedad. De ahí que esta
película sea diferente al clásico film de zombies.
Estos, al menos los que la industria hollywoodense ha producido, son una
ecuación aislada que los sobrevivientes al holocausto deben de resolver: cómo
escapar de la epidemia y no perecer en el intento. Así, producciones que van
desde Night of the Living Dead, de
George Romero, hasta World War Z, de
Marc Foster y protagonizada por Brad Pitt, ofrecen al espectador una situación extrema
de sobrevivencia que, sin embargo, no tienen ninguna crítica al modelo actual
socioeconómico, por ejemplo, ni al carácter esquivo y egoísta que este ha podido
desarrollar en las personas. Son películas entretenidas y hasta interesantes,
que en el mejor de los casos no aburren y ayudan a pasar las horas, pero que
carecen de la profundidad que las grandes obras de arte pueden tener. Es así
que en Train to Busan la epidemia de
los zombies está al servicio de la
intención del autor, la que es mostrar la soledad e indiferencia que reina en
el mundo actual, por lo que tiene alcances mayores que el montón de otras
cintas mencionadas no.
Por
ejemplo, mucho antes de que los hechos violentos se desencadenen la película
nos muestra escenas del hombre de negocios y su pequeña hija: cómo este está
entregado a su trabajo, lo que ha deteriorado su matrimonio y, por
consecuencia, afectado el desarrollo emocional de su hija en el hogar. Esta es
una niña solitaria, triste, retraída, que a punta de sinsabores ha madurado
rápidamente en la vida, haciendo a un lado los justos juegos pueriles que un
infante de su edad necesita para desarrollarse a plenitud. De ahí que sea ella
quien convence a su papá de viajar a Busan para rencontrarse con su mamá. En
apariencia, en aquel cuadro de pérdida de valores y crisis emocional solo
estarían ellos tres, la familia disfuncional. Pero conforme la película avanza
vemos que aquello se repite en los demás personajes que componen la historia. El
caso más repudiable, sin duda, es el del otro empresario coreano, mayor que el
padre de la niña, quien está dispuesto a todo para sobrevivir; es decir, para
salvarse a costa de los demás.
Por
otro lado, todos los personajes son extáticos: los esposos, el empresario
inescrupuloso, la pareja de jóvenes enamorados y la pareja de hermanas mayores.
El único que sufre una transformación, producto del caos que le tocó vivir, es
el padre de la niña. Escapando de la peste, es ayudado desinteresadamente por los
grupos de personajes mencionados, incluso también por un vagabundo que se unió
a ellos. Antes de eso, él solo pensaba en sobrevivir a solas con su hija y
esta, advirtiendo lo que tramaba su padre, es quien lo confronta y, finalmente,
le hace cambiar de parecer. Démonos cuenta de que los personajes más puros, más
nobles, son los jóvenes, es decir, los que menos tiempo tienen viviendo en el
mundo de hoy. De ahí que la niña sea la más sensible, seguido de la pareja de
jóvenes enamorados.
En
la literatura abundan las novelas que también se apoyan en catástrofes
mundiales para desnudar al hombre contemporáneo. Dos obras maestras al respecto
son Ensayo sobre la ceguera de José
Saramago y La peste de Albert Camus.
Aquellos escenarios caóticos fungen de pretexto ideal para analizar la conducta
humana y crean interrogantes que confrontan a los lectores. Lo mismo ocurre en Train to Busan: la epidemia de los
zombies pone de manifiesto la naturaleza de los seremos humanos y qué tipo de
valores engendra la sociedad actualmente. Sentimientos como la soledad, la
vacuidad por la vida y el extremo individualismo son reinventados en esta
película bajo la mirada particular del joven director de cine coreano.
Para
terminar solo queda resaltar la actuación de la joven actriz Soo-an Kim y estar
pendiente de la próxima película de Sang-ho Yeon o de cualquier otro realizador
coreano que siga en la misma dirección artística mencionada al comenzar estas
líneas. Un gran ejemplo del uso de espacios cerrados (la mayoría de hechos
ocurren en los vagones estrechos de los trenes) y abiertos (ya cuando toda la
ciudad es tomada por los zombies) es Train to Busan, cuyo director ya había
dado a luz cintas de animación. Estamos ante un trabajo que tanto en forma como
en contenido resulta descollante.