domingo, 6 de octubre de 2019

Joker: entre el plagio y la creación

Iba rumbo al Guitar Center cuando de pronto, cruzando un puente que llevaba a otro vecindario, entre unos edificios mohosos y letreros parpadeantes, apareció una ciudad en miniatura, igual que el conocido artefacto de la caja china. El bus siguió su marcha, acercándose, y entonces distinguí que era el diseño de un cine antiguo, con una arquitectura que simulaba otra ciudad, como si el arte transportara a un lugar completamente diferente. De inmediato recordé que se estaba estrenando Joker (2019), así que sin pensarlo dos veces, dejándome llevar por un impulso, halé el cordón del bus y en el siguiente paradero eché a andar.
Pittsburgh está interconectado por puentes y puentes, pues brazos de mar cortan la ciudad igual que tijeras a una hoja de papel. El clima a comienzos de octubre es el mejor para caminar: todo lo necesario es una casaca ligera y no esos pesados abrigos que se usan durante los meses de diciembre y enero. Y a diferencia de Lima, esta ciudad en Pensilvania ha sabido mantener sus viejas construcciones y combinarlas con cierto toque de modernidad (en especial en las periferias, con los grandes supermercados), de modo que Pittsburgh mantiene sus cines antiguos en funcionamiento y no han sido degradados, como en nuestra capital, a la calidad de iglesias evangélicas o sórdidas discotecas.
Ah, qué placer el penetrar un cine vacío, sin colas en la boletería y sin nadie en los pasillos, continuar por las escaleras con el ánimo intacto, sin la sensación de que algún imbécil podrá arruinarte la película, feliz de poder buscar, las veces que quise, el lugar indicado y ahí quedarme. Los asientos vacíos hacían imaginar que uno llegaba tarde a una cita y que esa tardanza liberaba de una responsabilidad jamás buscada. Eran las tres de la tarde cuando la publicidad y el adelanto de otras películas cesaron y entonces comenzó Joker.
El personaje es ultra conocido y no necesita mayor presentación. Digamos, simplemente, que estamos asistiendo a uno de los tantos orígenes que el Joker ha tenido. Esta vez se lo presenta como alguien gris, pálido, miserable, sin los delirios de grandeza y paradigmas filosóficos que en otras películas ha tenido —como por ejemplo en la muy recordada The Dark Knight con Heath Ledger interpretando al Joker—, un pobre diablo con problemas mentales que cuida a una madre enferma y que se gana la vida como mal comediante. Es tan malo que trabaja en las calles para una agencia que, a su vez, contrata a otros payasos o jokers. Los problemas, como no se podía esperar más, comienzan cuando pierde su trabajo, lo que es el acta de nacimiento del villano. A su vez, sus crisis psiquiátricas se salen de control al cerrarse la oficina de apoyo social —donde su psiquiatra le daba altas dosis de calmantes— y entonces el Joker comienza a violar la ley. Pero en autodefensa al comienzo, pues los ataques que recibió, y que luego devolvió, fueron por su estatus de payaso y su condición de débil.
La película goza de un gran elenco. En primer lugar, el protagonista, encarnado por un veterano Joaquín Phoenix, un actor en su rol de apoyo como Robert de Niro y también Shea Whigham. No obstante, su punto de débil, muy débil diría, son las evidentes referencias a Taxi Driver (1976) y The King of Comedy (1982) sobre todo a la segunda película. Evidentemente, un guionista y director han de tener, como todo artista, sus influencies, sus creadores que a él, o ella, lo movieron a ser un creador también. El problema surge cuando, en vez de que sea una inspiración, las influencias de Martin Scorsese y Paul Zimmerman se vuelven repeticiones sin mayores aportes o cambios que nos hagan pensar que se procesó lo aprendido por aquellos maestros y no simplemente se reprodujo técnicas y lenguaje cinematográfico. Lo que, lamentablemente, sucede con Joker.
De Taxi Driver han tomado ese New York caótico y violento, donde usar armas y asesinar personas se mezcla con lo cotidiano de viajar en el subway, cenar en un restaurante o andar por las calles. Es imposible no encontrar referencia en la escena donde Joker juega con una pistola y apunta a las paredes, al suelo, al techo y, a la vez, está con el dorso desnudo, justo como en Taxi Driver, en la ultra famosa escena en que Travis Bickle prueba sus pistolas ante el espejo e improvisa “Are you talking to me?” Podemos decir que tales elementos sí han sido procesados y se creó algo original. En cambio, en lo que respecta a The King of Comedy, no. Aquí la copia es evidente: al igual que Rupert Pupkin con Jerry Langford, Arthur Fleck (Joker) admira a Murray Frankin (Robert De Niro); al igual que Pupkin, Arthur es un donnadie que sueña con aparecer en el programa de Frankin; al igual que Pupkin, Fleck tiene una novia negra y una madre enferma; al igual que Pupkin, Arthur hace sufre el rechazo de su héroe… y así podríamos seguir enumerando las repeticiones que aparecen en Joker. Incluso, lo que constituye ese grave punto débil líneas arriba señalado, los recursos cinematográficos son los mismos: se presenta al espectador la fantasía del personaje como si estuviera en el marco de la realidad. E igual que en The King of Comedy el aspirante a comediante en Joker consigue sus quince minutos de fama al presentarse en el programa estelar de su ídolo. Y así, todos los patrones de aspirante-ídolo o de alumno-maestro se repiten de manera no análoga, sino igual, lo mismo con el lenguaje cinematográfico: las fantasías que tiene Arthur en su casa con conocer a Murray —los diálogos que memoriza y las impresiones que cree causar en la audiencia—, se reproducen con los mismos recursos cinematográficos que Scorsese usó para Rupert Pupkins.
Pese a esta gran debilidad —si se me permite el uso del oxímoron—, la película logra sostenerse por la extraordinaria actuación de Joaquín Phoenix y por lo mejor: la sana influencia de Taxi Driver. Decíamos que ese New York caótico ha sido procesado y ampliado, pues en Joker la ciudad está a punto de sublevarse: las personas están hartas de que los políticos no solucionen los problemas cotidianos, de que roben y sean millonarios sin ningún desparpajo. Finalmente, este Joker se presenta como una víctima de la sociedad, alguien que sufrió los propios vejámenes de su madre y que nadie protege ni brinda cobijo, justo como Travis Bickle, un excombatiente de Vietnam que, de vuelta a la sociedad que protegió, no encuentra su lugar y vive enajenado. De ese personaje han tomado el aislamiento y la insanía que aquello genera en todo ser humano. Los pensamientos malignos que acosan a Travis se reproducen en Arthur (o Joker) de una manera irreprimible. Y al final, tras consumar sus crímenes, ambos reciben el apoyo de la ciudadanía, de un New York y ciudad Gotham tomado por drogadictos, malhechores, chulos, dealers, prostitutas y gobernantes corruptos —recordemos que en Taxi Driver se están dando elecciones y en Joker pesa la figura de los políticos, en especial de Thomas Wayne, padre de Bruce Wayne. Si el Joker de Heath Ledgar lo volvió más real, sin tanto maquillaje y con una filosofía que justificaba su villanía, el Joker de Joaquín Phoenix es finalmente humano: solo una víctima que, al ponerse nervioso, no puede parar de reír y que por fin cobra venganza de sus agresores.
En resumen, Joker de Tod Phillips es un tributo al cine de un gran creador y al trabajo de un gran actor: Martin Scorsese y Robert De Niro, respectivamente. Por lo señalado antes, era imposible que De Niro no estuviera en la cinta: su papel, aunque referencial, es la evolución de Rupert Pupkins, pues el viejo Murray Franklin (incluso, la sonoridad de la pronunciación es similar) es ese joven Pupkins que, finalmente, logró la fama y el éxito y desterró a su maestro, Jerry Langford. Lo mismo sucede aquí: Joker mata a su maestro, sí, pero con esto sus caminos se vuelven divergentes respecto a sus referentes, lo que constituye el pequeño aporte de Phillips: si Pupkins se acomodó al sistema y pasó a ser Franklin, Joker no busca el acomodo, sino la insurrección y el derrocamiento. En ese sentido, y en fidelidad con el cómic, Batman sería el villano, pues protege una ciudad corrupta y tomada por el mal, sin saber, quizá, que su padre precisamente fue un agente de ello. Phillips en una entrevista (disponible en la página web imdb.com) menciona una seria de películas que influenciaron su producción. Olvidó mencionar After Hours (1985), ambientada en un New York laberíntico que termina engullendo a sus personajes, película cuya autoría es, evidentemente, también de Scorsese.