domingo, 11 de diciembre de 2016

"Train to Busan": mucho más que una película de zombies

No es de extrañar que el cine surcoreano haya dado una extraordinaria película como Train to Busan. Títulos como The Chaser (sobre el mundo sórdido de la prostitución en Corea del Sur) de Hong-jin Na y Dongju (sobre la ocupación japonesa en Corea durante los años cuarenta) de Joon-ik Lee solo confirman el buen momento que está viviendo aquel cine oriental. Ni qué decir de cintas mundialmente vistas como Samaritan Girl o Spring, Summer, Winter… and Spring del ya consagrado y talentoso director Kim Ki-duk. En esta ocasión la temática a desarrollar es archiconocida: la plaga rabiosa de los zombies. Pese a ser un tema tan mentado —con producciones archimillonarias que, sin embargo, muchas veces han terminado en fiascos—, el joven realizador Sang-ho Yeon ha logrado que su trabajo se diferencie notablemente de todas las cintas financiadas por Hollywood y por otras grandes industrias del cine, como el británico.
¿De qué trata la película? Un hombre de negocios y su pequeña hija, a pedido de esta última, un día viajan en tren a Busan, en Corea del Sur, para un rencuentro familiar. Pero durante el trayecto hechos insólitos suceden: un repentino incendio en la ciudad, un animal silvestre que revive inexplicablemente y finalmente una estación, adonde van los protagonistas, que es tomada por los zombies. La película, más allá de apelar a la acción y a los efectos especiales, explora la condición humana de las sociedades contemporáneas, y para esto se sirve de aquella plaga que azota al mundo entero. Así, esta es solo un pretexto para desnudar los flagelos del hombre actual y afilar una dura crítica contra la sociedad. De ahí que esta película sea diferente al clásico film de zombies. Estos, al menos los que la industria hollywoodense ha producido, son una ecuación aislada que los sobrevivientes al holocausto deben de resolver: cómo escapar de la epidemia y no perecer en el intento. Así, producciones que van desde Night of the Living Dead, de George Romero, hasta World War Z, de Marc Foster y protagonizada por Brad Pitt, ofrecen al espectador una situación extrema de sobrevivencia que, sin embargo, no tienen ninguna crítica al modelo actual socioeconómico, por ejemplo, ni al carácter esquivo y egoísta que este ha podido desarrollar en las personas. Son películas entretenidas y hasta interesantes, que en el mejor de los casos no aburren y ayudan a pasar las horas, pero que carecen de la profundidad que las grandes obras de arte pueden tener. Es así que en Train to Busan la epidemia de los zombies está al servicio de la intención del autor, la que es mostrar la soledad e indiferencia que reina en el mundo actual, por lo que tiene alcances mayores que el montón de otras cintas mencionadas no.
Por ejemplo, mucho antes de que los hechos violentos se desencadenen la película nos muestra escenas del hombre de negocios y su pequeña hija: cómo este está entregado a su trabajo, lo que ha deteriorado su matrimonio y, por consecuencia, afectado el desarrollo emocional de su hija en el hogar. Esta es una niña solitaria, triste, retraída, que a punta de sinsabores ha madurado rápidamente en la vida, haciendo a un lado los justos juegos pueriles que un infante de su edad necesita para desarrollarse a plenitud. De ahí que sea ella quien convence a su papá de viajar a Busan para rencontrarse con su mamá. En apariencia, en aquel cuadro de pérdida de valores y crisis emocional solo estarían ellos tres, la familia disfuncional. Pero conforme la película avanza vemos que aquello se repite en los demás personajes que componen la historia. El caso más repudiable, sin duda, es el del otro empresario coreano, mayor que el padre de la niña, quien está dispuesto a todo para sobrevivir; es decir, para salvarse a costa de los demás.
Por otro lado, todos los personajes son extáticos: los esposos, el empresario inescrupuloso, la pareja de jóvenes enamorados y la pareja de hermanas mayores. El único que sufre una transformación, producto del caos que le tocó vivir, es el padre de la niña. Escapando de la peste, es ayudado desinteresadamente por los grupos de personajes mencionados, incluso también por un vagabundo que se unió a ellos. Antes de eso, él solo pensaba en sobrevivir a solas con su hija y esta, advirtiendo lo que tramaba su padre, es quien lo confronta y, finalmente, le hace cambiar de parecer. Démonos cuenta de que los personajes más puros, más nobles, son los jóvenes, es decir, los que menos tiempo tienen viviendo en el mundo de hoy. De ahí que la niña sea la más sensible, seguido de la pareja de jóvenes enamorados.
En la literatura abundan las novelas que también se apoyan en catástrofes mundiales para desnudar al hombre contemporáneo. Dos obras maestras al respecto son Ensayo sobre la ceguera de José Saramago y La peste de Albert Camus. Aquellos escenarios caóticos fungen de pretexto ideal para analizar la conducta humana y crean interrogantes que confrontan a los lectores. Lo mismo ocurre en Train to Busan: la epidemia de los zombies pone de manifiesto la naturaleza de los seremos humanos y qué tipo de valores engendra la sociedad actualmente. Sentimientos como la soledad, la vacuidad por la vida y el extremo individualismo son reinventados en esta película bajo la mirada particular del joven director de cine coreano.

Para terminar solo queda resaltar la actuación de la joven actriz Soo-an Kim y estar pendiente de la próxima película de Sang-ho Yeon o de cualquier otro realizador coreano que siga en la misma dirección artística mencionada al comenzar estas líneas. Un gran ejemplo del uso de espacios cerrados (la mayoría de hechos ocurren en los vagones estrechos de los trenes) y abiertos (ya cuando toda la ciudad es tomada por los zombies) es Train to Busan, cuyo director ya había dado a luz cintas de animación. Estamos ante un trabajo que tanto en forma como en contenido resulta descollante.