Wálter
Lingán, médico y escritor peruano, reside en Alemania desde hace más de treinta
años. Tal parece que a buena hora le llegó una beca para estudiar en el viejo continente, pues
en Lima se había involucrado a fondo con la izquierda peruana —creció en
Collique, Comas, y tuvo un rol muy activo como joven intelectual— y el
terrorismo comenzaba a brotar con fuerza en el país. Así, partió a Alemania,
donde, además de estudiar medicina, comenzó su carrera de escritor y a la fecha
ha publicado alrededor de quince títulos. Un
cuy entre alemanes es su última novela, la que he podido leer gracias a mi
abuelo Genaro Ledesma, quien aparece mencionado en las primeras páginas. Cuando
paseaba en la feria del libro Lingán tuvo el gesto de saludarlo y obsequiarle
su novela.
Quizá,
con lo último mencionado, pueda pensarse que leí el libro bajo cierto nervio
sentimental. En realidad sí, pero que me haya parecido una buena novela no
depende de eso, sino de los propios méritos del texto. Creo poder afirmar, pese
a que no presenta aquel sello hasta cierto punto repetitivo, pues Lingán cuenta
su historia de una manera distinta al hacerlo a través de la figura del cuy, que
la novela se ubica entre las autobiográficas. Desde las primeras páginas somos
testigos de la partida del protagonista a tierras alemanas y de su posterior
adaptación al medio. El libro se mueve como un sueño, como un viaje de escenas,
pues su ritmo de desarrollo es fugaz y en ciento cincuenta páginas, no
obstante, ruedan treinta años de una vida nada sosegada, sino todo lo contrario,
llena de sobresaltos al adaptarse a Europa, aprender un idioma tan difícil como
el alemán y estar pendiente de las nuevas desde Perú. Otro factor que le da
aquel carácter peregrino es que la Alemania donde se desenvuelve el cuy no está
retratada con una fría objetividad, lo que daría al lector una imagen realista,
como una descripción del escenario. No obstante, hay un registro que nos indica
que, efectivamente, estamos allí. Esto se debe a las constantes frases y
oraciones en alemán que nos vamos encontrando conforme avanzamos con la
lectura, además de datos y formas de vida típicas del país europeo. Uno
interesante es que el alemán que se aprende en las academias es artificial,
creado para que todas las regiones de Alemania hablen un solo idioma, por lo
que es posible que alguien que viaje allí, tras haber obtenido su diploma en el
Goethe Instituto, por ejemplo, no entienda absolutamente nada al toparse con el
alemán hablado en cada región. A ello, hay que sumarle que el joven estudiante
peruano de medicina encontró a otros latinos que radicaban en el viejo
continente y esos recuerdos están fuertemente vinculados a las lecturas que iba
leyendo en cada momento de su vida.
Pero
nada haría diferente a Un cuy entre los
alemanes si no mencionara la metamorfosis que el personaje principal sufre.
Sin que se explique por qué, y paulatinamente, aquel tiene ataques que derivan
en transformaciones a un conejillo de indias, diminuto y lleno de pelos. A mi
entender, por el carácter retórico de la novela, la transición a cuy es una
metáfora, un paso hacia la conversión a escritor. Sintomático es que, a medida
que va desarrollando sus habilidades para la “escribidera”, como en la novela
se califica al acto de escribir, vayan aumentando esos episodios que lo
transforman en cuy. A su vez, esto provoca en el protagonista un voraz apetito
sexual que, en casi todos los casos, es correspondido. Desde la distancia, el hombre
cuy recuerda los principales acontecimientos que marcaron irremediablemente el
destino del país, desde la década de los ochentas hasta el 2014, momento en que
fue publicada la novela. Es decir, pese al desarraigo y a la distancia, el país
natal estuvo siempre presente.
Así,
la eclosión del cuy, su estado definitivo, es una metáfora: la representación
del escritor en tierras alemanas que siempre será visto como un ser distinto,
por provenir de un país tan alejado y, hasta cierto punto, extraño como el
Perú. De ahí que, en Alemania, el elemento más representativo del Perú sea
aquel conejillo de indias. Con la lectura de esta novela podemos recordar, o
quizá reafirmar, que cada texto tiene un dato escondido: la conclusión o
respuesta final que queda en boca de cada lector.
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