domingo, 18 de junio de 2017

El cuentista Sandro Bossio

Será siempre un placer comentar el libro de un estupendo narrador, sobre todo si uno siente que comparte lecturas. En la prosa de Sandro Bossio asoma Gabriel García Márquez, Julio Ramón Ribeyro, Jorge Luis Borges, el mejor Julio Cortázar, aquel que solía sorprender al lector con la propuesta lúdica de algunos de sus relatos. Bossio no es un imitador ni continuador de tales estilos o temáticas, sino que ha logrado procesar tales influencias de modo que su pluma tiene ya una identidad propia. Además, con este conjunto de cuentos el escritor huancaíno rinde homenaje a una de las novelas cumbres escritas en lengua española: El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Por ello, ya un creador de la talla de Manuel Scorza decía que uno de los dulces pesares para quienes escriben en español es tener siempre por encima a Miguel de Cervantes Saavedra.
El libro empieza con el cuento “El hombre que habló con la muerte”, cuya identidad es compartida con “El hambre de Anabela”, “Tatuaje” y “Entidades insidiosas”, pues los cuatro son fantásticos, hecho que lo singulariza ya de antemano: por lo general, la tradición cuentística peruana ha sido netamente realista. Así, en “El hombre que habló con la muerte” don Jonás, el viejo guardián de un faro, una noche de invierno recibe la visita de la propia Muerte en su vieja cabaña junto al mar. El cuento, más allá de ofrecer un diálogo conmovedor y una sabrosa prosa que nos recuerda a García Márquez, tiene un final sorpresivo que lo vuelve doblemente fantástico. “El hambre de Anabela” es una historia particular que me gustaría comentar. Genaro, el protagonista, es un típico personaje sacado de la fauna ribeyriana. Burócrata de mediana edad, su vida transcurre sin mayores aspiraciones entre lo gris y lo repetitivo. Un día, paseando por Miraflores, descubre al borde de un barranco a Anabela. Luego de disuadirle de suicidarse, comienzan a salir hasta que Genaro le propone que vivan juntos. Pero como en toda fábula ribeyriana, la felicidad se ve truncada justo cuando su protagonista menos lo tiene imaginado. Como era de esperarse, todo gira en revelar la verdadera identidad de Anabela, hecho que diferencia a Bossio del autor de Los gallinazos sin plumas, pues la resolución de este enigma tiene ribetes fantásticos que evidentemente trasciende lo realista. Lo mismo en “Tatuaje”: la breve historia de un joven que manosea a una mujer, aprovechando que esta última le está haciendo un tatuaje. Una vez más, el desenlace del cuento, que no es otra cosa que la venganza, le da un giro fantástico. El más ambicioso, por su temática, me parece que es “Entidades insidiosas”: en un pueblo alejado de la capital se ha desatado una epidemia de antropofagia que amenaza con expandirse a otras comarcas y declarar el acabose a nivel nacional. El cuento de alguna manera hace recordar a “Los caynas o el paso regresivo” de César Vallejo. De igual forma, en una comunidad, aunque aquella vez de la sierra, hay un paso involutivo que enajena a la población y dispersa a los sobrevivientes. Podríamos decir que el segundo cuento del libro, “Sedas de medianoche”, es también fantástico, pero la identidad de esta historia es más la sorpresa escondida en la última línea, signo que comparte con “El hombre que habló con la muerte” y que nos revela que fuimos testigos de una conversación animal.
“En busca del Paititi”, “La ventana” y “El largo tren del olvido” son cuentos realistas con mucho humor. En el primero, el narrador sin nombre de la historia conoce a un alemán altruista que se empecina en encontrar el tesoro perdido del Paititi para así salvar del hambre a la humanidad. Es imposible dejar de relacionar esta increíble historia con “Mister Taylor” de Augusto Monterroso, pues en ambos una tribu reduccionistas de cabezas, finalmente, se roba el protagonismo de ambas historias. El segundo cuento, “La ventana”, es un mini relato que, pese a su brevedad, nos hace recordar a La fauna de la noche, novela policíaca que hemos comentado anteriormente en este blog y que recomiendo leer. Nuevamente, el protagonista de la historia, un estudiante de medicina, está involucrado con asesinatos sanguinarios que estremecen a la ciudad. “El largo tren del olvido” explora el tiempo de la violencia y el terrorismo que vivió el Perú durante los ochentas y noventas; la pregunta que se desprende tras la lectura es ¿qué pasaría si dos hermanos, siendo enemigos, se encuentran en un tren, uno por abrazar el terrorismo y el otro por defender al Estado? “Kassandra”, título que le da nombre al título, también desarrolla una temática política: el último encuentro carnal de un preso político esperanzado de volver a ver a su familia.

Líneas aparte merece el cuento “El capítulo de los obsesos”. Como hiciera Jorge Luis Borges con sus mejores piezas, Bossio se inventan un personaje y un texto apócrifo sobre El Quijote, una aventura alucinante en el que el Caballero de la Triste Figura, espada desenvainada, penetra en una mina creyendo que son las entrañas de un poderoso dragón. Más allá de inventar una peripecia para su personaje, Bossio ha logrado recrear la prosa de Cervantes, es decir, de un escritor de hace más de cuatrocientos años y casi del Siglo de Oro español. Solo por esto, el cuento ya merecería elogios. Así pues, Kassandra constituye un estupendo libro de cuentos publicados en los últimos años en el Perú. Como anotaba líneas arriba, Bossio nos ofrece a sus lectores cuatro cuentos fantásticos, hecho no muy usual en la narrativa peruana; también violencia política, humor y un texto apócrifo, todo ello en un libro de diez cuentos. Sin duda, el escritor huancaíno es uno de nuestros valores a quien hay que leer.