domingo, 17 de noviembre de 2019

Parasite de Bong Joon Ho


Quizá desde el neorrealismo italiano no veía una película tragicómica tan lograda. Recuerdo, por ejemplo, Feos, sucios y malos (1976) de Ettore Scola, rodada en una Roma de los años setentas, cuando la ciudad, en su crecimiento, empujaba a los pobres hacia las periferias y los obligaba a convivir sórdidamente en guetos. Lo extraordinario de aquella cinta es que sitúa lo jocoso y triste de los seres humanos como las caras opuestas de una única, e indivisible, moneda, ejemplo de cuánto puede denigrar la miseria y la ignorancia al ser humano. Igual que Scola, el director coreano Bong Joon Ho nos presenta una familia pobre —padre, madre, hijo e hija— del gran Seúl, desempleados y sin mayores herramientas para salir adelante en una sociedad sumamente competitiva, solo que los desenlaces son aún más desgarradores, pues exhiben, con sangre y aullidos, las contradicciones del sistema en que vivimos, es decir, las contradicciones de los pobres y los ricos.
En apariencia asistimos a un film cómico: el hijo de la familia, Kim Ki-woo —interpretado por Woo-sik Choi, quien también participara en otra estupenda película coreana: Train to Busan (2016)— se hace pasar por un alumno universitario para darle clases particulares de inglés a la hija de un matrimonio adinerado. Pronto, convence a la madre que contrate a una tutora para su hijo menor y esa tutora —quien, falsamente, tiene estudios de arte en una universidad de Chicago, Illinois— no es otra que Kim-ki Jung (interpretada por So-dam Park), su hermana. Así los hijos del matrimonio pobre, con engaños, son contratados por el matrimonio rico. Pero ahí no termina todo, de ahí lo cómico: pronto se las arreglan para hacer despedir al chofer y a la empleada y, en su remplazo, obviamente, se contrata a sus padres en tales oficios: su mamá como empleada y su papá —interpretado por un gran Kang-ho Song— como chofer. Y aquí es cuando la cinta da un giro tenebroso, que, también, la vuelve de suspenso y de terror.
Una noche en que la familia adinerada se va de viaje a un campamento, los Kim, dueños y señores de la casa, reciben a media noche la visita de la antigua empleada. El por qué regresa a la casa constituye la resolución del enigma del nombre de la película. Y también determina el fin de la comedia y la transformación hacia lo trágico. El tercer género, puente entre cómico y trágico, resulta el terror y la película cierra con un thriller de acción, nada más y nada menos que cuatro géneros muy bien articulados en una sola película. Al final, los Kim, más allá de ser unos bribones —de allí que haga recordar a Feos, sucios y malos, donde el padre de aquella extensa familia vive de una pensión del gobierno, es adúltero y detesta a sus hijos—, en realidad es una familia que nació pobre y morirá pobre. Sin las oportunidades necesarias para asegurarse un futuro mejor, lo único que le queda es sacar provecho no solo de los ricos, sino de lo que puedan encontrar en su camino. La escena inicial de la película es reveladora: el papá Kim ordena que se dejen abiertas las ventanas del sótano donde viven, para que los gases de la fumigación municipal entren y maten sus propios insectos.
Finalmente, la diferencia, aquel contraste, se da ante un desastre natural: la lluvia cae sobre Seúl y, como siempre, los más afectados son los pobres. Aún en esas condiciones, sabiendo que son damnificados y que han perdido todos sus bienes, los Kim han de seguir jugando la farsa de que no han sido afectados y, por tanto, servir a sus patrones. Es decir, dos veces cae lo ominoso sobre ellos: primero por la naturaleza y segundo por la clase social a la que sirven y son humillados. Sintomático es que el papá Kim, hacinados con otros pobres en un gimnasio, le diga a su hijo que es mejor no hacer planes en la vida. Si uno no hace planes, nada puede salir mal (with no plan, nathing can go wrong) Es decir, si uno no trata de organizarse, no hay con qué contrastar los resultados que se obtuvieron al final de la jornada, lo que denota el conformismo y determinismo al que están compelidos los pobres.
En síntesis, Parasite es otra estupenda película coreana, cine que desde hace mucho tiempo ha adquirido una identidad en sus diversos directores: siempre hay sangre, sucesos inesperados y una crítica feroz al sistema capitalista en que todos nosotros vivimos. Otras películas coreanas muy recomendables son The Chaser (2008), Train to Busan (2016) y I Saw the Evil (2013).