domingo, 4 de septiembre de 2016

"Ampliación del campo de batalla" de Michelle Houellebecq

Michel Houellebecq, con esta primera novela al menos, se declara heredero del existencialismo, aquella corriente filosófica que se difundiera en Europa, sobre todo en Francia, tras la Segunda Guerra Mundial y que interrogara sobre el devenir del hombre en base a un elemento supremo: la libertad. El narrador sin nombre de esta historia tiene treinta años y es ingeniero de sistemas. Trabaja para una gran corporación que, en armonía con la época, moderniza los servicios que brinda el Estado y algunas empresas particulares. En apariencia le va bien, tiene un holgado sueldo, expectativas de ascenso, es joven y podría ser un buen partido para las mujeres. No obstante, está poseído por un sentimiento extremo de vacuidad que poco a poco lo va deshumanizando. Así, habla de las mujeres como seres que abren sus órganos para una reparadora cópula, además de percibir en todas las personas un interés material. Hasta en su colega Tisserand, un pobre diablo que nunca ha tenido sexo y que en apariencia es un ser inocuo, el antihéroe de este relato siente cierta conveniencia. Y la desmenuza de la siguiente manera: como el mismo no hace gala de su vida sexual (en realidad, no la tiene) ni es muy atractivo físicamente, Tisserand se siente bien a su lado; es decir, no es una amenaza social para su colega, por lo que “goza” de su compañía.
De esta forma, el narrador sin nombre de esta historia bien podría ser un Antoine Roquentin o un Mersault contemporáneo, nacido a comienzos de los años setenta, cuando el mundo comenzó a ser dominado por la publicidad, el capitalismo y trastornos mentales como la doble personalidad o la depresión fueron diagnosticadas con sistemática frecuencia. Si en La náusea o El extranjero el mundo quedó al garete tras la Segunda Guerra Mundial, en Ampliación del campo de batalla la sociedad se muestra enferma tras el asentamiento del capitalismo y su lógica de consumo voraz, donde el sexo tiene un gravitante peso. Así, este antihéroe, como los artistas, está un paso más allá de sus coetáneos y puede percibir el falaz ambiente de bonanza que reina entre las personas. Y se muestra, de esta manera, como un ser que vive por inercia y ha perdido el rumbo para siempre. Pienso que los elementos modernos, que muy bien la diferencian de las novelas citadas, son las clínicas psiquiatras y la intromisión de la publicidad en la vida de las personas. Esto último tiene una importancia mayor, pues recordemos que él es un ingeniero informático, por lo que se encarga de hacer llegar aquella publicidad a más personas; es decir, se inscribe en los intestinos del monstruo. Lo que es más, los seres humanos han perdido identidad, pues todos tienen los mismos gustos, los mismos temores y anhelos, como si hubieran sido cortados por una única tijera. La lucidez, el poder de darse cuenta, es lo que asalta de aquel sentimiento de vacuidad al protagonista, como si viviera atrapado en un laberinto de autómatas.
Por lo señalado líneas arriba, las relaciones humanas también están vacías y esto alcanza al amor. El protagonista también sufre a raíz de la ruptura que tuvo en su última relación. Y denuncia al psicoanálisis. La interpretación que se le podría dar a tal pasaje de la novela es que las personas de ahora, para no caer y hundirse en una ciénaga de sentimientos, se vuelven más individualistas y pierden sensibilidad por el otro. Es por ello que su exnovia, Véronique, de un momento a otro, termina con él y lo bota de la casa, como un sálvese quien pueda que no admite ruegos ni segundas oportunidades.
Quería detenerme un poco más en el personaje de Tisserand. Este se presenta como una víctima del sistema que aún no ha bajado los brazos, alguien que sufre la construcción del actual modelo de belleza, pues por ser gordo, calvo y tener un rostro como el de un sapo (así lo califica la voz narradora) no encaje en él. Quizá porque no lo sabe, quizá porque tiene una fe ciega en sí mismo, no se cansa de buscar una mujer. Hay varios episodios en la novela donde esta búsqueda se exhibe con extrema maestría. La última de ellas es notable, pues el antihéroe narrador atiza el sentimiento de impotencia y resentimiento que habita en su colega a tal punto que persiguen a una pareja con el fin de matarlos, mejor dicho, que Tisserand los mate. Y es él en quien se ve con mayor amplitud la resistencia y el afán por aferrarse a la vida. Lo común entre él y el narrador es que ambos no se adaptan al ritmo del sistema, el segundo porque se ha dado cuenta que la vida es una farsa, el primero porque no encaja en los requisitos que se le piden a las personas para ser “felices” en él.

Ampliación del campo de batalla constituye una crónica de nuestra época, donde el sentimiento de enajenación que había en las novelas existencialistas mencionadas ha sido actualizado, es decir, completado con lo que la modernidad ofrece: la publicidad, el marketing, el consumo voraz y el sexo como una jerarquía. Sintomático es que tanto el narrador como Tisserand no tengan vida sexual, un signo más de ese estar afuera de la sociedad. Así, estamos ante una novela muy recomendable que, además, ofrece una historia dentro de otra historia: el protagonista tiene como pasatiempo componer fábulas de animales, lo que le ayuda a Houellebecq a verter directamente sus ideas o puntos de vista sobre el comportamiento de las personas en general. 

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