Michel
Houellebecq, con esta primera novela al menos, se declara heredero del
existencialismo, aquella corriente filosófica que se difundiera en Europa,
sobre todo en Francia, tras la Segunda Guerra Mundial y que interrogara sobre
el devenir del hombre en base a un elemento supremo: la libertad. El narrador sin
nombre de esta historia tiene treinta años y es ingeniero de sistemas. Trabaja
para una gran corporación que, en armonía con la época, moderniza los servicios
que brinda el Estado y algunas empresas particulares. En apariencia le va bien,
tiene un holgado sueldo, expectativas de ascenso, es joven y podría ser un buen
partido para las mujeres. No obstante, está poseído por un sentimiento extremo
de vacuidad que poco a poco lo va deshumanizando. Así, habla de las mujeres
como seres que abren sus órganos para una reparadora cópula, además de percibir
en todas las personas un interés material. Hasta en su colega Tisserand, un
pobre diablo que nunca ha tenido sexo y que en apariencia es un ser inocuo, el
antihéroe de este relato siente cierta conveniencia. Y la desmenuza de la
siguiente manera: como el mismo no hace gala de su vida sexual (en realidad, no
la tiene) ni es muy atractivo físicamente, Tisserand se siente bien a su lado; es
decir, no es una amenaza social para su colega, por lo que “goza” de su
compañía.
De
esta forma, el narrador sin nombre de esta historia bien podría ser un Antoine
Roquentin o un Mersault contemporáneo, nacido a comienzos de los años setenta,
cuando el mundo comenzó a ser dominado por la publicidad, el capitalismo y trastornos
mentales como la doble personalidad o la depresión fueron diagnosticadas con
sistemática frecuencia. Si en La náusea
o El extranjero el mundo quedó al
garete tras la Segunda Guerra Mundial, en Ampliación
del campo de batalla la sociedad se muestra enferma tras el asentamiento
del capitalismo y su lógica de consumo voraz, donde el sexo tiene un gravitante
peso. Así, este antihéroe, como los artistas, está un paso más allá de sus
coetáneos y puede percibir el falaz ambiente de bonanza que reina entre las
personas. Y se muestra, de esta manera, como un ser que vive por inercia y ha
perdido el rumbo para siempre. Pienso que los elementos modernos, que muy bien
la diferencian de las novelas citadas, son las clínicas psiquiatras y la
intromisión de la publicidad en la vida de las personas. Esto último tiene una
importancia mayor, pues recordemos que él es un ingeniero informático, por lo
que se encarga de hacer llegar aquella publicidad a más personas; es decir, se
inscribe en los intestinos del monstruo. Lo que es más, los seres humanos han
perdido identidad, pues todos tienen los mismos gustos, los mismos temores y
anhelos, como si hubieran sido cortados por una única tijera. La lucidez, el
poder de darse cuenta, es lo que asalta de aquel sentimiento de vacuidad al
protagonista, como si viviera atrapado en un laberinto de autómatas.
Por
lo señalado líneas arriba, las relaciones humanas también están vacías y esto
alcanza al amor. El protagonista también sufre a raíz de la ruptura que tuvo en
su última relación. Y denuncia al psicoanálisis. La interpretación que se le
podría dar a tal pasaje de la novela es que las personas de ahora, para no caer
y hundirse en una ciénaga de sentimientos, se vuelven más individualistas y pierden
sensibilidad por el otro. Es por ello que su exnovia, Véronique, de un momento
a otro, termina con él y lo bota de la casa, como un sálvese quien pueda que no
admite ruegos ni segundas oportunidades.
Quería
detenerme un poco más en el personaje de Tisserand. Este se presenta como una víctima
del sistema que aún no ha bajado los brazos, alguien que sufre la construcción
del actual modelo de belleza, pues por ser gordo, calvo y tener un rostro como
el de un sapo (así lo califica la voz narradora) no encaje en él. Quizá porque
no lo sabe, quizá porque tiene una fe ciega en sí mismo, no se cansa de buscar
una mujer. Hay varios episodios en la novela donde esta búsqueda se exhibe con
extrema maestría. La última de ellas es notable, pues el antihéroe narrador
atiza el sentimiento de impotencia y resentimiento que habita en su colega a
tal punto que persiguen a una pareja con el fin de matarlos, mejor dicho, que
Tisserand los mate. Y es él en quien se ve con mayor amplitud la resistencia y
el afán por aferrarse a la vida. Lo común entre él y el narrador es que ambos
no se adaptan al ritmo del sistema, el segundo porque se ha dado cuenta que la
vida es una farsa, el primero porque no encaja en los requisitos que se le
piden a las personas para ser “felices” en él.
Ampliación
del campo de batalla constituye una crónica de nuestra época, donde el
sentimiento de enajenación que había en las novelas existencialistas
mencionadas ha sido actualizado, es decir, completado con lo que la modernidad
ofrece: la publicidad, el marketing, el consumo voraz y el sexo como una
jerarquía. Sintomático es que tanto el narrador como Tisserand no tengan vida
sexual, un signo más de ese estar afuera de la sociedad. Así, estamos ante una
novela muy recomendable que, además, ofrece una historia dentro de otra
historia: el protagonista tiene como pasatiempo componer fábulas de animales,
lo que le ayuda a Houellebecq a verter directamente sus ideas o puntos de vista
sobre el comportamiento de las personas en general.
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