Cerro de Pasco odia a los forasteros. Especialmente, si vienen de regiones llanas como la costa o la selva. El peor momento de su rencor es la noche: además de descender su temperatura a -10 grados centígrados, la falta de oxígeno impide conciliar el sueño. Si gracias al cansancio y la fatiga del viaje se logra cerrar los ojos, de pronto uno despierta con desesperación, pues la falta de oxígeno obliga a buscar una mejor postura. Literalmente, el efecto es de ahogamiento con una sensación de vómito y migraña. Y así se pasa lentamente la madrugada hasta el despunte del nuevo día. Es imposible dormir en sus alturas, si es que el cuerpo no se ha aclimatado. Pero este proceso es lento, y no sucede en las siete horas de viaje que separa Lima de Cerro de Pasco. Peor aún si se viaja en avión hasta Jauja y de ahí se toma un carro hasta allá.
Con 4500 msnm, es sin duda Cerro de Pasco una de las ciudades más altas del mundo. Para que el viajero se aclimate su cuerpo tiene que producir más hemoglobina en la sangre, que es la encargada de transporta el oxígeno. Cuando se superan los 2500 msnm aquel empieza a disminuir en el aire. Lo mismo, evidentemente, sucede en el cuerpo, por lo que este debe producir más hemoglobina. Pero este, proceso, como apuntaba líneas arriba, toma al menos una semana, razón por la también se ensaña, incluso, contra los cerreños que, asentados en otras zonas, han perdido su aclimatación Al padecimiento del soroche hay que sumarle el espectáculo de la ciudad. Cerro de Pasco está condenada a desaparecer. La actividad minera, en su extracción de cobre y plata, continúa escarbando los cimientos de la ciudad, de tal forma que la minera Volcan ya ha comprado cuadras y cuadras de Cerro de Pasco que dejarán de existir. Esta parte es conocida como la zona vieja, pero en un lugar tan pequeño lo nuevo con lo viejo colindan inevitablemente. De esto da cuenta, por ejemplo, los niveles de plomo, y otros minerales, en la sangre de los pobladores, además de que el agua está racionada y llega, también, sucia de relaves.
Los cerreños, no obstante, quieren la minería, pese a lo ya mencionado y a que ha destruido sus lagunas más cercanas. Estas brillan de radioactividad, sus aguas parecen la superficie de Marte, con tonalidades que van de escarlata a lo ocre. Alguna vez se quiso saber cuánto tiempo podía vivirse en esas aguas muertas. Alguien dejó nadar un pez allí y su cadáver flotó inerte sobre la superficie 40 minutos después. Por ello, las aves, parihuelas, patos, flamencos e ibis tienen que irse más allá, camino a Rancas, donde todavía hay vida y limpieza en el medo ambiente. Una corta caminata por las calles de Cerro de Pasco revela que su vida económica es la minería. Sin ella sería una ciudad fantasma, lo que ya sucede con ciertas casas y condominios abandonados, los que fueron de exclusividad para los ingenieros y directivos de las minas. Si uno camino por la Plaza de Armas, alrededor de la gigantesca estatua de Daniel Alcides Carrión, se encontrará con negocios de toda índole, desde ventas de gorras, bufandas, dulcerías, restaurantes, tiendas y tiendas de artesanías (con pequeños bustos del muki, el duende de las minas) y hasta libros. Pero lo común en las gentes es ese halo de tristeza, esa náusea y jaqueca que expresan sus rostros ya sea por la altura o por el progreso que los mata lentamente. Muchos quieren irse o se han ido de su ciudad.
Escenario diferente ocurre en San Antonio de Rancas. A quince minutos de Cerro de Pasco, Rancas ganó fama mundial gracias a las novelas de Manuel Scorza, especialmente a la primera, Redoble por Rancas. En ella se cuenta la lucha de las comunidades campesinas por recuperar las tierras que el juez hacendado Francisco Montenegro (inspirado en el juez Francisco Madrid) y la Cerro de Pasco Corporation les arrebataban sistemáticamente. El Cerco, aquel personaje cuasi mitológico en la novela, es el encargado de devorar las tierras de los ranqueños. Esta lucha, no recogida por la historia oficial, fue retrata por Scorza con la libertad sin límites que puede ofrecer la literatura. Para muestra un botón: el autor de Las imprecaciones quiso circunscribir su prosa al espacio de la crónica y empezó a redactar Informe de Rancas, pero pronto se dio cuenta que la objetividad no le hacía justicia a los magnos e increíbles acontecimientos, por lo que nació Redoble por Rancas y, posteriormente, todo el ciclo de La Guerra Silenciosa. La matanza en Rancas de la guardia de asalto contra los comuneros y la encarcelación de su abogado, Genaro Ledesma Izquieta, son recordados por la comunidad, de tal forma que siempre se conmemora el dos de mayo, fecha en que nacieron los mártires (el personero Alfonso Rivera Rojas, Teófilo Huamán Travezaño y Silveria Tufino Herrera) de aquella historia.
60 años después, la comunidad de Rancas ha progresado enormemente, alimentada, en gran parte, por el recuerdo de aquella inmolación. Pues al final se logró recuperar las tierras que les quitaban, a tal punto que aquello es reconocido por las actuales leyes del Estado peruano. Como comunidad tienen reglas claras: está prohibido lotizar ni un milímetro de las aproximadamente 19 hectáreas que poseen y no se explotan minerales. Todos son dueños de las tierras y la junta directiva, a quien eligen con votos, es la encargada de tomar las decisiones. Para evadir el costo del progreso de la actividad minera, Rancas ha desarrollado industria y comercio. Por ejemplo, la comunidad es dueña de grifos, de fábricas de yogurt, manjarblanco y leche, y de calzado que ya están comercializando en Lima, además de dedicarse, también, a la esquila (poseen cientos de cabezas de ganado ovino, auquénido, además de vacuno). Y no son antimineros, pues, más bien, trabajan con la minera, de tal forma que le han alquilado un conducto para que aquella desagüe los relaves. Es decir, en vez de depender de una actividad extractivista como la minería, han optado por producir industria peruana, demostrando que comunidad y modernización pueden ir de la mano. Grato también es el recuerdo no solo de los caídos el dos de mayo, sino también la memoria heroica que tienen de su abogado, el gran Genaro, mi abuelo. Sin él, muy probablemente las muertes hubieran sido en vano y el extractivismo se hubiera impuesto a sangre y fuego. Como comunidad, tienen el derecho de elegir a qué actividad se consagran, especialmente con todos los pasivos que la minería en el Perú tiene. De esta forma, Rancas es un ejemplo para otras comunidades de Cerro de Pasco. Por lo dicho, los ranqueños, al no dedicarse a la minería, no viven en el atraso. Tampoco viven en la opulencia, es cierto (lo que casi siempre desencadena en un vertiginoso consumismo), pero sí viven en bienestar social, que es lo más importante.
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