domingo, 16 de septiembre de 2018

"Balada de la Guerra de los Pobres", poemario inédito de Manuel Scorza

Manuel Scorza dejó un poemario sobre la rebelión de Túpac Amaru: Balada de la Guerra de los Pobres, el mismo que había sido publicado parcialmente por la editorial Peisa y que, gracias a Jaime Chihuán (Sinco Editores), Esteban Quiroz (Lluvia Editores) y al promotor cultural Jaime Guadalupe ve su versión definitiva. La familia del poeta tenía guardados los originales mecanografiados, donde aparece una nota suya. Gracias a ello, sabemos que Cantar de Túpac Amaru, nombre con el que también es conocido, comenzó a redactarse en 1966 y fue abandonado definitivamente en 1967. Al parecer, ya para ese entonces, tres años antes, Scorza estaba dedicado por completo a la escritura de la que sería su obra más célebre: Redoble por Rancas.
La publicación de Balada de la Guerra de los Pobres es fundamental para entender la evolución de la obra scorzista. Antes de iniciar la pentalogía “La Guerra Silenciosa”, ciclo de novelas sobre la resistencia, rebelión y fracaso de los campesinos de la sierra central contra el Estado y las mineras extranjeras, Scorza había publicado el que sería su último poemario: El vals de los reptiles. A diferencia de Canto a los mineros de Bolivia y Las imprecaciones, en aquella entrega la poesía de compromiso social cede por completo a una de tono más melancólico y nostálgico. En los cuatro libros primeros de Scorza siempre hubo un zigzag, un ir y venir, de versos de amor a otros de denuncia, donde la vehemencia y la rabia es la impronta de poemas como “Epístola a los poetas que vendrán, “América vuelve a tu casa” o “Patria tristísima”. Sintomático es que El vals de los reptiles se sitúe precisamente entre Balada de la Guerra de los Pobres y Redoble por Rancas, ambos trabajos de contenido histórico-social que desarrollan temas, pese a su importancia, poco estudiados por esos años. Y más sintomático es que su último libro sea La danza inmóvil, donde rompe completamente con la temática de “La Guerra Silenciosa”, pues el amor y la nostalgia, como en su poesía, aflora nuevamente.
Por otro lado, podemos concluir que Balada de la Guerra de los Pobres es un trabajo que Scorza no llegó a finalizar y que, como también lo señala el escritor Omar Aramayo en el prólogo, dejó postergado para entregarse a la escritura de sus novelas, trabajos que le darían renombre internacional. ¿Por qué, entonces, entregar a los lectores un libro inconcluso que, en apariencia, no estaría al nivel de lo que su autor publicó con anterioridad? La respuesta es sencilla: con ese criterio el mundo no hubiera conocido la obra de, por ejemplo, Fernando Pessoa, Franz Kafka o César Vallejo (recordemos que Poemas humanos se editó póstumamente), los dos primeros autores prácticamente inéditos hasta la hora de sus muertes.
Entonces, Cantar de Túpac Amaru está divido en treinta cantos que cuentan la gesta de José Gabriel Condorcanqui: su rebelión contra la corona española, la adhesión de las masas y las batallas que fueron librando hasta ser, finalmente, capturado. Recordemos que todo se originó con las reformas fiscales, abusivas, del visitar José Antonio de Areche. De esta manera, el primer canto es una invocación a los que no tienen nada, precisamente los protagonistas y hacedores de la gran rebelión que fueron liderados por Túpac Amaru II y Micaela Bastidas. El poema se inicia con los siguientes versos: “Hombres de las nieves, hombres de las arenas, hombres/ del mar./ ¡Hoy es el día del canto!” (página 37) y concluye con “Hombres del Perú,/ hombres perseguidos como piojos,/ hombres pisoteados, hombres tallados a sablazos,/ hombres que tienen una sola camisa./ ¡Escuchad la balada de Guerra de los Pobres,/ oíd el cantar de Túpac Amaru!” (página 43). Es decir, la invocación a la guerra de los que no tienen nada, de las mayorías oprimidas por la corona española, está manifiesta y no se limita a una región en particular, sino que el llamado es extensivo a todo el Perú, porque todo el Perú es la gran minoría empobrecida.
Pero en el segundo canto, “Y el cantor sale a los caminos”, aquel llamado se extiende aún más. Dice el último verso de la primera estrofa: “¡Hombres del mundo, acudid!”. Evidentemente, esta invocación, con signos de exclamación, hace recordar al primer poema de España, aparta de mí este cáliz, “Himno a los voluntarios de la República”, cuando Vallejo llama a los verdaderos hombres universales a defender la causa justa. Así, lo más resaltante de este canto, en Balada de la Guerra de los Pobres, es su final: “¡No fue un dios el que volcó los lugares/ donde anida la paloma!/ ¡Fue un hombre!/ ¡Fue el arriero Túpac Amaru!” (página 45). La corona española tenía a su lado la religión del catolicismo, a tal punto que, desde que se entrevistara por primera vez con Atahualpa en Cajamarca, le sirvió siempre como herramienta de dominio mental y también físico. Es por ello que es importante resaltar que es un hombre el que, enfrentándose a dios, viene a traer justicia a los oprimidos.
En el tercer canto, “Era invierno”, se realza el hecho de que la revuelta haya estallado en “Tungasuca, la Mendiga”, en contraposición a “Lima, la Tapada” y “Huamanga, la Beata”. Detenernos en el uso del sobrenombre es importante, pues es el antecedente de lo que más tarde ocurrirá en “La Guerra Silenciosa”, cuando a los protagonistas se los llama Héctor Chacón, el Nictálope o Garabombo, el Invisible, por ejemplo. Por otro lado, reparábamos en el hecho de que la poética de Scorza se mueve entre el compromiso y la nostalgia con el desamor. Pues bien, el cuarto canto, nada más con su título, alude a esos polos opuestos: “Hermosos son los bosques, hermosas las islas”. Pero la voz poética, ante la gesta, busca sacudirse de aquel aturdimiento que puede ser la naturaleza y el amor: “¡Pero no es tiempo de celebrar las tardes!”, “Pero no es tiempo de coronar los bosques”, “Pero no es hora de enjoyar a las mujeres” y, finalmente “¡Es tiempo de reclamar, es tiempo de rabiar, es tiempo de matar!” (página 50). El último entrecomillado es claro. La hora de reclamar por lo justo ha llegado y, para conseguirlo, es necesario hacer a un lado el goce personal que puede dar el amor y la contemplación de la naturaleza. Primero es el hombre universal y la justicia.
En los siguientes cantos, Scorza nos cuenta los desenlaces que dieron inicio a la rebelión: la captura del corregidor Arriaga y su posterior ejecución. Es en el canto ix donde habla, por primera vez, el enemigo: la corona española. La quinta estrofa dice: “¡No se atreve el tiempo a vadear los meses sin nuestra venia!/ ¡¿Y un hombre de piel manchada, / un conductor de mulas, osa revelarse contra nos?!” (página 65). Lo mismo sucede en el canto xiv, “La espuma de la ira”, con la importante diferencia de que nos vamos acercando a los enfrentamientos bélicos, es decir, se terminaron las invocaciones, ahora se pasa a las armas. Estamos en el momento histórico en que las noticias de la rebelión llegan hasta España y, concentrándose en Lima, la corona española envía un contingente de 17 000 hombres para reprimir la gesta de Túpac Amaru.
En adelante, y hasta el final, los siguientes cantos dan vida a los protagonistas de la historia, desde el sanguinario virrey Areche hasta a nuestro héroe Túpac Amaru y pasando por clérigos y ladrones que se unieron por propia iniciativa al ejército rebelde. Este cambio de focalización, de tercera a primera persona, permite a los lectores acercarnos más a los hechos. Es decir, no solo asistimos a la gesta, a la matanza, al combate, sino que, gracias al efecto de la primera persona más cercano de los lectores, sentimos la desesperación e ira de los personajes. Sobre todo, entendemos diáfanamente los intereses de cada bando, el opresor y el rebelde, el primero defendiendo a mansalva sus dominios y el segundo defendiendo a morir un futuro redentor. Dice Túpac Amaru en “Yo el pueblo, yo Condorcanqui”, canto xxvii, cuando se desata la batalla de Checacupe donde es capturado por traición del cura Langui o, incluso, de su compadre Santa Cruz: “Yo el pueblo, yo Condorcanqui,/ reclamado por cinco mil edictos,/ perseguido por jaurías de neblina vociferante,/ fui traicionado por el cura Langui./ ¡No importa!/ Todas las tardes,/ en los desfiladeros la noche acuchilla al día/ y al alba estalla la insurrección general de la luz” (página 105). Y dice Areche en el canto xxviii, titulado “Yo Areche, yo las tinieblas”, y dirigiéndose precisamente a Túpac Amaru: “¡Para que nadie vuelva a proclamar/ que el hombre es pariente del relámpago,/ para que nadie salga a los caminos/ a esperar a la primavera con ojos febricentes,/ yo España,/ yo Areche/ yo las tinieblas/ mando que seas descuartizado vivo!” (página 112). Las citas revelan esas posiciones tan antagónica y por ende irreconciliables de ambos bandos.
Para terminar, Balada de la Guerra de los Pobres mantiene una estructura muy afín a Ilíada de Homero. Recordemos que aquel canto griego se inicia con una invocación a las musas y a la guerra; luego tenemos del desarrollo de los hechos; y, finalmente, la consumación del triunfo por un lado y de la derrota por el otro. Lo mismo se repite en el presente trabajo de Scorza y en las novelas que componen “La Guerra Silenciosa”, lo que pone de manifiesto la conexión entre poesía y narrativa: llamado a la rebelión, levantamiento-resistencia y fracaso, que es la consumación final de los hechos. Otro elemento son los sobrenombres de los personajes, lo que también hacía Homero tanto en la Odisea como en Ilíada. Y es que Scorza siempre fue un lector apasionado de los clásicos: conocida es su devoción a El Quijote y a autores como Dostoievski. Y aunque la figura de Micaela Bastidas está omisa e, incluso, la del mismo Túpac Amaru no tan desarrollada, los versos aparen cargados de rebeldía y de rabia, sentimientos que indudablemente dieron vida a la primera gran rebelión independentista del Perú.

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