Manuel Scorza
dejó un poemario sobre la rebelión de Túpac Amaru: Balada de la Guerra de los Pobres, el mismo que había sido
publicado parcialmente por la editorial Peisa y que, gracias a Jaime Chihuán (Sinco
Editores), Esteban Quiroz (Lluvia Editores) y al promotor cultural Jaime
Guadalupe ve su versión definitiva. La familia del poeta tenía guardados los
originales mecanografiados, donde aparece una nota suya. Gracias a ello,
sabemos que Cantar de Túpac Amaru,
nombre con el que también es conocido, comenzó a redactarse en 1966 y fue
abandonado definitivamente en 1967. Al parecer, ya para ese entonces, tres años
antes, Scorza estaba dedicado por completo a la escritura de la que sería su
obra más célebre: Redoble por Rancas.
La publicación
de Balada de la Guerra de los Pobres
es fundamental para entender la evolución de la obra scorzista. Antes de
iniciar la pentalogía “La Guerra Silenciosa”, ciclo de novelas sobre la
resistencia, rebelión y fracaso de los campesinos de la sierra central contra
el Estado y las mineras extranjeras, Scorza había publicado el que sería su
último poemario: El vals de los reptiles.
A diferencia de Canto a los mineros de
Bolivia y Las imprecaciones, en
aquella entrega la poesía de compromiso social cede por completo a una de tono
más melancólico y nostálgico. En los cuatro libros primeros de Scorza siempre
hubo un zigzag, un ir y venir, de versos de amor a otros de denuncia, donde la
vehemencia y la rabia es la impronta de poemas como “Epístola a los poetas que
vendrán, “América vuelve a tu casa” o “Patria tristísima”. Sintomático es que El vals de los reptiles se sitúe
precisamente entre Balada de la Guerra de
los Pobres y Redoble por Rancas,
ambos trabajos de contenido histórico-social que desarrollan temas, pese a su
importancia, poco estudiados por esos años. Y más sintomático es que su último
libro sea La danza inmóvil, donde
rompe completamente con la temática de “La Guerra Silenciosa”, pues el amor y
la nostalgia, como en su poesía, aflora nuevamente.
Por otro lado,
podemos concluir que Balada de la Guerra
de los Pobres es un trabajo que Scorza no llegó a finalizar y que, como también
lo señala el escritor Omar Aramayo en el prólogo, dejó postergado para
entregarse a la escritura de sus novelas, trabajos que le darían renombre
internacional. ¿Por qué, entonces, entregar a los lectores un libro inconcluso
que, en apariencia, no estaría al nivel de lo que su autor publicó con
anterioridad? La respuesta es sencilla: con ese criterio el mundo no hubiera
conocido la obra de, por ejemplo, Fernando Pessoa, Franz Kafka o César Vallejo
(recordemos que Poemas humanos se
editó póstumamente), los dos primeros autores prácticamente inéditos hasta la
hora de sus muertes.
Entonces, Cantar de Túpac Amaru está divido en
treinta cantos que cuentan la gesta de José Gabriel Condorcanqui: su rebelión
contra la corona española, la adhesión de las masas y las batallas que fueron
librando hasta ser, finalmente, capturado. Recordemos que todo se originó con
las reformas fiscales, abusivas, del visitar José Antonio de Areche. De esta
manera, el primer canto es una invocación a los que no tienen nada,
precisamente los protagonistas y hacedores de la gran rebelión que fueron
liderados por Túpac Amaru II y Micaela Bastidas. El poema se inicia con los
siguientes versos: “Hombres de las nieves, hombres de las arenas, hombres/ del
mar./ ¡Hoy es el día del canto!” (página 37) y concluye con “Hombres del Perú,/
hombres perseguidos como piojos,/ hombres pisoteados, hombres tallados a
sablazos,/ hombres que tienen una sola camisa./ ¡Escuchad la balada de Guerra
de los Pobres,/ oíd el cantar de Túpac Amaru!” (página 43). Es decir, la
invocación a la guerra de los que no tienen nada, de las mayorías oprimidas por
la corona española, está manifiesta y no se limita a una región en particular,
sino que el llamado es extensivo a todo el Perú, porque todo el Perú es la gran
minoría empobrecida.
Pero en el
segundo canto, “Y el cantor sale a los caminos”, aquel llamado se extiende aún
más. Dice el último verso de la primera estrofa: “¡Hombres del mundo, acudid!”.
Evidentemente, esta invocación, con signos de exclamación, hace recordar al
primer poema de España, aparta de mí este
cáliz, “Himno a los voluntarios de la República”, cuando Vallejo llama a
los verdaderos hombres universales a defender la causa justa. Así, lo más
resaltante de este canto, en Balada de la
Guerra de los Pobres, es su final: “¡No fue un dios el que volcó los
lugares/ donde anida la paloma!/ ¡Fue un hombre!/ ¡Fue el arriero Túpac Amaru!”
(página 45). La corona española tenía a su lado la religión del catolicismo, a
tal punto que, desde que se entrevistara por primera vez con Atahualpa en
Cajamarca, le sirvió siempre como herramienta de dominio mental y también
físico. Es por ello que es importante resaltar que es un hombre el que,
enfrentándose a dios, viene a traer justicia a los oprimidos.
En el tercer
canto, “Era invierno”, se realza el hecho de que la revuelta haya estallado en
“Tungasuca, la Mendiga”, en contraposición a “Lima, la Tapada” y “Huamanga, la
Beata”. Detenernos en el uso del sobrenombre es importante, pues es el
antecedente de lo que más tarde ocurrirá en “La Guerra Silenciosa”, cuando a los
protagonistas se los llama Héctor Chacón, el Nictálope o Garabombo, el
Invisible, por ejemplo. Por otro lado, reparábamos en el hecho de que la
poética de Scorza se mueve entre el compromiso y la nostalgia con el desamor.
Pues bien, el cuarto canto, nada más con su título, alude a esos polos opuestos:
“Hermosos son los bosques, hermosas las islas”. Pero la voz poética, ante la
gesta, busca sacudirse de aquel aturdimiento que puede ser la naturaleza y el
amor: “¡Pero no es tiempo de celebrar las tardes!”, “Pero no es tiempo de
coronar los bosques”, “Pero no es hora de enjoyar a las mujeres” y, finalmente
“¡Es tiempo de reclamar, es tiempo de rabiar, es tiempo de matar!” (página 50).
El último entrecomillado es claro. La hora de reclamar por lo justo ha llegado
y, para conseguirlo, es necesario hacer a un lado el goce personal que puede
dar el amor y la contemplación de la naturaleza. Primero es el hombre universal
y la justicia.
En los
siguientes cantos, Scorza nos cuenta los desenlaces que dieron inicio a la
rebelión: la captura del corregidor Arriaga y su posterior ejecución. Es en el
canto ix donde habla, por primera
vez, el enemigo: la corona española. La quinta estrofa dice: “¡No se atreve el
tiempo a vadear los meses sin nuestra venia!/ ¡¿Y un hombre de piel manchada, /
un conductor de mulas, osa revelarse contra nos?!” (página 65). Lo mismo sucede
en el canto xiv, “La espuma de la
ira”, con la importante diferencia de que nos vamos acercando a los
enfrentamientos bélicos, es decir, se terminaron las invocaciones, ahora se
pasa a las armas. Estamos en el momento histórico en que las noticias de la
rebelión llegan hasta España y, concentrándose en Lima, la corona española
envía un contingente de 17 000 hombres para reprimir la gesta de Túpac Amaru.
En adelante, y
hasta el final, los siguientes cantos dan vida a los protagonistas de la
historia, desde el sanguinario virrey Areche hasta a nuestro héroe Túpac Amaru
y pasando por clérigos y ladrones que se unieron por propia iniciativa al
ejército rebelde. Este cambio de focalización, de tercera a primera persona,
permite a los lectores acercarnos más a los hechos. Es decir, no solo asistimos
a la gesta, a la matanza, al combate, sino que, gracias al efecto de la primera
persona más cercano de los lectores, sentimos la desesperación e ira de los
personajes. Sobre todo, entendemos diáfanamente los intereses de cada bando, el
opresor y el rebelde, el primero defendiendo a mansalva sus dominios y el
segundo defendiendo a morir un futuro redentor. Dice Túpac Amaru en “Yo el
pueblo, yo Condorcanqui”, canto xxvii,
cuando se desata la batalla de Checacupe donde es capturado por traición del
cura Langui o, incluso, de su compadre Santa Cruz: “Yo el pueblo, yo
Condorcanqui,/ reclamado por cinco mil edictos,/ perseguido por jaurías de
neblina vociferante,/ fui traicionado por el cura Langui./ ¡No importa!/ Todas
las tardes,/ en los desfiladeros la noche acuchilla al día/ y al alba estalla
la insurrección general de la luz” (página 105). Y dice Areche en el canto xxviii, titulado “Yo Areche, yo las
tinieblas”, y dirigiéndose precisamente a Túpac Amaru: “¡Para que nadie vuelva
a proclamar/ que el hombre es pariente del relámpago,/ para que nadie salga a
los caminos/ a esperar a la primavera con ojos febricentes,/ yo España,/ yo
Areche/ yo las tinieblas/ mando que seas descuartizado vivo!” (página 112). Las
citas revelan esas posiciones tan antagónica y por ende irreconciliables de
ambos bandos.
Para terminar, Balada de la Guerra de los Pobres
mantiene una estructura muy afín a Ilíada
de Homero. Recordemos que aquel canto griego se inicia con una invocación a las
musas y a la guerra; luego tenemos del desarrollo de los hechos; y, finalmente,
la consumación del triunfo por un lado y de la derrota por el otro. Lo mismo se
repite en el presente trabajo de Scorza y en las novelas que componen “La
Guerra Silenciosa”, lo que pone de manifiesto la conexión entre poesía y
narrativa: llamado a la rebelión, levantamiento-resistencia y fracaso, que es
la consumación final de los hechos. Otro elemento son los sobrenombres de los
personajes, lo que también hacía Homero tanto en la Odisea como en Ilíada. Y
es que Scorza siempre fue un lector apasionado de los clásicos: conocida es su
devoción a El Quijote y a autores
como Dostoievski. Y aunque la figura de Micaela Bastidas está omisa e, incluso,
la del mismo Túpac Amaru no tan desarrollada, los versos aparen cargados de
rebeldía y de rabia, sentimientos que indudablemente dieron vida a la primera
gran rebelión independentista del Perú.
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