domingo, 20 de agosto de 2017

"Just Go With It": una tremebunda comedia hollywoodense

 Viajaba a Trujillo de noche, no tenía sueño y, por la oscuridad, no podía ponerme a soñar con el paisaje en mi ventana, por lo que inevitablemente tuve que ver Just Go With It, una horrenda comedia en la que participan Adan Samdler, Jennifer Anniston, Nicole Kidman y un largo etcétera, empezando por el director y el guionista, que merece ser olvidado. Lo peor es que a diferencia de lo que sucede cuando uno lee un libro malo, ante una película uno no puede aprender absolutamente nada. En el primer caso, al menos se refuerzan los conocimientos de gramática, se amplía el vocabulario y si el tema fue interesante, pero el tratamiento terrible, aquello podría ser ensayado en un propio trabajo. Pero cuando uno está obligado a ver una mala película termina sintiéndose torturado igual que Axel, el personaje de A Clock Work Orange cuando es obligado a ver escenas atroces con fondo de música clásica, su preferida.
¿Pero por qué escribo estas líneas con bilis entre las manos? Para empezar, Adan Samdler interpreta a un próspero cirujano plástico, cuyo secreto para ligar mujeres es hacerse pasar por un hombre casado. Así, visita bares y discotecas y su tema de conversación, cuando la fémina de turno ya ha sido seleccionada, es echar pestes de una esposa imaginada y frotarse con la otra mano un desteñido anillo de casado en el dedo anular. Todo bien, hasta que conoce a una chica que va más allá que todas sus ocasionales acompañantes: le encanta los hombres casados y con hijos. Como no podía ser de otra manera, aquella chica es rubia, hermosa y tonta. Samdler, entonces, le pide a Jennifer Aniston, su asistente en el quirófano, que se haga pasar por su esposa y que los hijos que ella tiene sean, por lo que dure la farsa, también suyos.
El clímax de la película es un viaje de placeres a Hawái, los cinco más un actor medio calvo y panzudo —no vale la pena buscar su nombre en google—, quien tenía que hacerse pasar por la pareja de Jennifer Aniston, incluido en la trama con el poder con que un moco puede pegar ladrillos. A todas luces, aquel personaje salido de la nada es la pizca de humor —humor según los parámetros de Hollywood— que hacía falta a la película: es un completo tonto, se hace al chistoso, todo lo toma con extrema literalidad y, a la vez, es como un maestro de ceremonias, pues aparece en la mayoría de escenas para hacer que los encuentros fluyan.
Lo más desconcertante —y tal como el título de la película puede hacer pensar (traducido sería algo así como Sigue la corriente)— es que no hay conflicto alguno, pues todos los personajes dicen sí a las más extrañas situaciones que se les pongan por delante. Por ejemplo, a la salida de su cita de a tres, Aniston contesta una llamada de sus hijos y entonces la rubia cree que el falso matrimonio se ha reproducido. Samdler tartamudea, Aniston empalidece y es la chica tonta la única que da movimiento a la escena y pregunta cuántos años tienen, cómo se llaman y a qué colegio asisten. Al final, siguen con la farsa. Otra escena estúpida es la que aparece Nicole Kidman acompañada de, se supone, su galán. Al encontrarse con la pareja Samdler-Aniston asume que están casados, a lo que ellos le siguen el juego y cuando a ella le preguntan por su acompañante, creyendo que es un próspero empresario, ella también sigue el juego y les dice que es socio de Apple, el gigante de computadoras y celulares.
Además de las escenas inverosímiles, donde los diálogos se sienten vacíos, lo mismo que las actuaciones, estereotipadas y sin una verdadera encarnación de los actores, lo trágico es que el film está plagado de banalidades, quizá el espíritu de la época, a juzgar por este éxito de comedias. Como ya se puede colegir, todos los personajes son superficiales. Empezando por Samdler, quien es millonario gracias a las cirugías plásticas que realiza a diestra y siniestra (él mismo se operó, pues al comienzo de la película era feo, o más feo). Las mujeres con las que se acuesta se sienten atraídas por su dinero y porque echa pestes de una esposa que no existe. Es decir, se entiende que Samdler es exitoso porque engaña a su mujer y porque habla mal de ella a sus espaldas y frente a otras, fórmula para acostarse con más hembras. Tampoco se salvan de esta característica de culto a lo mundano los hijos de Aniston, quien en el papel vendría a ser la madre soltera bonita y con algo de sesos, quien justamente por eso está sola. Los niños le pidieron al jefe de su madre, por la farsa que jugaron, dinero, juguetes y viajes a países turísticos. Es más, la idea de viajar a Hawái todos en “familia” surgió de ellos y fue el primero de sus pagos. Lo mismo podemos decir de la rubia con la que Samdler quiere casarse: es tonta y bonita y, superando al gran montón, se siente atraída por el hecho de que su hombre tenga hijos y haya estado con varias mujeres. De esto no escapa Nicole Kidman y su acompañante, quienes juegan su propia farsa al no estar casados y no ser millonarios, sino ser infelices y gozar de una discreta economía.
En resumen, y repasando rápidamente la lista de títulos que han protagonizado, ver los nombres de Adan Samdler, Jennifer Aniston y Nicole Kidman resulta una advertencia al espectador. Advertencia de que se está por ver una película fofa, acartonada, plagada de clichés y estereotipos con las que nadie se puede sentir identificado (cualidad indispensable para que haya consumidores de arte). Es como si los directivos de las empresas de transporte en Perú —o quizá ya en el mundo entero— quisieran hacer el viaje de sus clientes más largo y agobiante.

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