Viajaba a Trujillo
de noche, no tenía sueño y, por la oscuridad, no podía ponerme a soñar con el
paisaje en mi ventana, por lo que inevitablemente tuve que ver Just Go With It, una horrenda comedia en
la que participan Adan Samdler, Jennifer Anniston, Nicole Kidman y un largo
etcétera, empezando por el director y el guionista, que merece ser olvidado. Lo
peor es que a diferencia de lo que sucede cuando uno lee un libro malo, ante
una película uno no puede aprender absolutamente nada. En el primer caso, al
menos se refuerzan los conocimientos de gramática, se amplía el vocabulario y
si el tema fue interesante, pero el tratamiento terrible, aquello podría ser
ensayado en un propio trabajo. Pero cuando uno está obligado a ver una mala
película termina sintiéndose torturado igual que Axel, el personaje de A Clock Work Orange cuando es obligado a
ver escenas atroces con fondo de música clásica, su preferida.
¿Pero por qué escribo
estas líneas con bilis entre las manos? Para empezar, Adan Samdler interpreta a
un próspero cirujano plástico, cuyo secreto para ligar mujeres es hacerse pasar
por un hombre casado. Así, visita bares y discotecas y su tema de conversación,
cuando la fémina de turno ya ha sido seleccionada, es echar pestes de una
esposa imaginada y frotarse con la otra mano un desteñido anillo de casado en
el dedo anular. Todo bien, hasta que conoce a una chica que va más allá que
todas sus ocasionales acompañantes: le encanta los hombres casados y con hijos.
Como no podía ser de otra manera, aquella chica es rubia, hermosa y tonta. Samdler,
entonces, le pide a Jennifer Aniston, su asistente en el quirófano, que se haga
pasar por su esposa y que los hijos que ella tiene sean, por lo que dure la
farsa, también suyos.
El clímax de la
película es un viaje de placeres a Hawái, los cinco más un actor medio calvo y
panzudo —no vale la pena buscar su nombre en google—, quien tenía que hacerse
pasar por la pareja de Jennifer Aniston, incluido en la trama con el poder con
que un moco puede pegar ladrillos. A todas luces, aquel personaje salido de la
nada es la pizca de humor —humor según los parámetros de Hollywood— que hacía
falta a la película: es un completo tonto, se hace al chistoso, todo lo toma
con extrema literalidad y, a la vez, es como un maestro de ceremonias, pues
aparece en la mayoría de escenas para hacer que los encuentros fluyan.
Lo más
desconcertante —y tal como el título de la película puede hacer pensar
(traducido sería algo así como Sigue la
corriente)— es que no hay conflicto alguno, pues todos los personajes dicen
sí a las más extrañas situaciones que se les pongan por delante. Por ejemplo, a
la salida de su cita de a tres, Aniston contesta una llamada de sus hijos y
entonces la rubia cree que el falso matrimonio se ha reproducido. Samdler
tartamudea, Aniston empalidece y es la chica tonta la única que da movimiento a
la escena y pregunta cuántos años tienen, cómo se llaman y a qué colegio
asisten. Al final, siguen con la farsa. Otra escena estúpida es la que aparece
Nicole Kidman acompañada de, se supone, su galán. Al encontrarse con la pareja
Samdler-Aniston asume que están casados, a lo que ellos le siguen el juego y
cuando a ella le preguntan por su acompañante, creyendo que es un próspero
empresario, ella también sigue el juego y les dice que es socio de Apple, el
gigante de computadoras y celulares.
Además de las
escenas inverosímiles, donde los diálogos se sienten vacíos, lo mismo que las
actuaciones, estereotipadas y sin una verdadera encarnación de los actores, lo
trágico es que el film está plagado de banalidades, quizá el espíritu de la
época, a juzgar por este éxito de comedias. Como ya se puede colegir, todos los
personajes son superficiales. Empezando por Samdler, quien es millonario
gracias a las cirugías plásticas que realiza a diestra y siniestra (él mismo se
operó, pues al comienzo de la película era feo, o más feo). Las mujeres con las
que se acuesta se sienten atraídas por su dinero y porque echa pestes de una
esposa que no existe. Es decir, se entiende que Samdler es exitoso porque
engaña a su mujer y porque habla mal de ella a sus espaldas y frente a otras,
fórmula para acostarse con más hembras. Tampoco se salvan de esta
característica de culto a lo mundano los hijos de Aniston, quien en el papel
vendría a ser la madre soltera bonita y con algo de sesos, quien justamente por
eso está sola. Los niños le pidieron al jefe de su madre, por la farsa que
jugaron, dinero, juguetes y viajes a países turísticos. Es más, la idea de
viajar a Hawái todos en “familia” surgió de ellos y fue el primero de sus pagos.
Lo mismo podemos decir de la rubia con la que Samdler quiere casarse: es tonta
y bonita y, superando al gran montón, se siente atraída por el hecho de que su
hombre tenga hijos y haya estado con varias mujeres. De esto no escapa Nicole
Kidman y su acompañante, quienes juegan su propia farsa al no estar casados y
no ser millonarios, sino ser infelices y gozar de una discreta economía.
En resumen, y
repasando rápidamente la lista de títulos que han protagonizado, ver los
nombres de Adan Samdler, Jennifer Aniston y Nicole Kidman resulta una
advertencia al espectador. Advertencia de que se está por ver una película
fofa, acartonada, plagada de clichés y estereotipos con las que nadie se puede
sentir identificado (cualidad indispensable para que haya consumidores de
arte). Es como si los directivos de las empresas de transporte en Perú —o quizá
ya en el mundo entero— quisieran hacer el viaje de sus clientes más largo y
agobiante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario