Borges decía que
las buenas obras sobreviven a las malas traducciones. Quizá debió agregar que
también a las malas ediciones. Pese a ello, El
cerco de Lima de Óscar Colchado Lucio, publicada en el 2013, destaca por su
temática y fluidez de estilo, así como por su estructura al hacer un notable uso
de saltos en el tiempo y cambios de perspectiva narrativa, de primera a tercera
persona en función al contexto y al impacto que busca generar en el lector. La
violencia interna que sacudió al país por dos décadas y causó heridas
imborrables en la sociedad peruana, ya ha producido novelas que han ganado
importantes premios internacionales, y con el tiempo quizá se convierta en un
género particular, similar a lo ocurrido con la producción sobre la guerra
Civil Española, por ejemplo.
En esta obra, a
diferencia de Rosa cuchillo, el autor
desarrolla la lucha armada en la urbe. Un acierto es que nos ayuda a entender,
en su totalidad, la visión del mundo de los otros, de las minorías, elemento
fundamental que la buena literatura posee. De esta forma, Colchado Lucio no
presenta a los terroristas como un montón de fanáticos oligofrénicos carentes
de escrúpulos. Todo lo contrario: los hace humanos y, y lo más importante, comprensible
su postura, en función a las desigualdades sociales inherentes a la sociedad
peruana.
Así, exploramos
los anhelos y frustraciones de Manuel Rojas Padilla, camarada Alcides, uno de
los protagonistas de la historia, militante que hará un trabajo importante de
bases y adoctrinamiento de los nuevos cuadros. La pregunta a “¿por qué brotó el
terrorismo y tuvo tantos adeptos?”, se responde a través de este personaje. Lo
material (factor esencial de la lucha) arrinconó a Manuel, lo que le impidió ascender
socialmente y tener una vida digna, en notable oposición a lo que sí tendría
cualquier persona de clase media o acomodada. Es así que trabaja como vendedor
de frutas en un mercado, ganando un mísero sueldo que solo le permite
sobrevivir. En la universidad, adonde ingresa gracias a que unos senderistas preparaban
gratuitamente a los postulantes, sufre un terrible desengaño: advierte quiénes
controlan los medios de producción, quiénes tienen acceso a los altos puestos,
a quiénes protege realmente el Estado y sus fuerzas del orden. Ante ello, con
una Izquierda Unida en el parlamento que discrepaba de sus posturas radicales y
a quienes acusan de defensores del sistema, no le queda más camino que tomar
las armas y luchar por el nuevo Estado.
Por otro lado,
está el policía de servicio de inteligencia que narra el primer atentado
terrorista con que se inicia la novela. La aparición de este personaje es de
vital importancia. Si gracias a Alcides nos interiorizamos en los cogollos del
accionar senderista, es por medio de este agente encubierto que conocemos el modus operandi de las fuerzas del orden:
su trabajo de espías, su aparente entrega y desenfado por la causa
revolucionaria, sus métodos brutales de tortura y represión, así como la espada
de Damocles que amenazaba con caer sobre sus cabezas si eran descubiertos. Es
notable el capítulo donde se cuenta el origen y desarrollo del grupo Colina, nombre
de un miembro del servicio de inteligencia que llegó hasta las más altas
cúpulas senderista y que murió en manos de sus propios colegas paramilitares.
Por otro lado, también
tiene un rol importante un tercer personaje: el Predicador, quien viste túnicas
y se parece a Jesucristo (barba y cabello largo), siendo portador de una fe
religiosa basada no en un dios supremo ni en el amor a la humanidad, sino en la
vida extraplanetaria, factor allende al orden estatal y a la revolución. Está
convencido de que la raza humana fue creada por seres superiores tanto en
organización política como en constitución biológica. Es más, cuenta haber
volado en un ovni a aquel planeta y ser testigo de la superior vida de tales creadores.
Incluso presenta evidencias que respaldan sus increíbles afirmaciones. Este
personaje aglutina gente en las plazas, arrastra oyentes en los conos de la
ciudad y es respetado por los senderistas, quienes lo ven como un posible foco
de difusión de sus posturas.
Esta corta, pero
intensa, novela de Colchado Lucio retrata a los representantes de ambos bandos de
las fuerzas en conflicto de una manera muy humana: no son brutos, salvajes,
fundamentalistas que solo se oyen a sí mismos, son, ante todo, seres humanos sensibles
que exhiben las profundas contradicciones concomitante a la existencia. Otras
escenas logradas de la novela son la masacre de El Frontón contra reclusos
senderistas, así como la aparición del personaje Mario Vargas Llosa en un mitin
por la libertad, cuando el gobierno aprista, en un manotazo de ahogado, intentó
nacionalizar la banca mientras el aparato estatal se ahogaba en un océano de corrupción.
Por sus logros y sus visos de novela fantástica, El cerco de Lima es una obra que escapa de lo estrictamente
realista, lo que ya puede diferenciar a Colchado de sus coetáneos.