Potro otro lado, Miike posee una larga
lista de films donde no desarrolla la temática de yakuzas. Resaltan títulos
como Izo (2004), histórico
experimental, The happiness of Katakuris (2001),
musical y con stop motions, Visitor Q (2001), erótico bizarro, algo
así como Teorema de Pasolini, Gozu (2003), de terror, y Audition, film este último de gran versatilidad
gracias a la confluencia de varios géneros en él. Aquí ssistimos a la historia
de Aoyama, un empresario que tras la muerte de su esposa se dedica con
renovados fríos a sus negocios, haciéndose de fortuna. La soledad, no obstante,
comienza a atormentarlo. Aconsejado por su hijo, quien ya creció y tiene
enamorada, decide volver a casarse. Solo que no sabe con quién. A su ayuda
acude un amigo suyo productor de cine. Le propone llevar a cabo un casting, una
audición para una película que nunca existirá, gracias a lo cual, no obstante,
podrá tener ante él una amplia gama de mujeres en edad de contraer nupcias.
Aoyama se fija en la persona menos indicada: una psicópata. Hasta este momento,
la película parece un drama común y corriente, con tintes románticos cuando
finalmente Azumi, la mujer, responde a los cortejos del empresario. Pero he aquí
que el manejo y dirección de Miike sorprende al espectador. Luego de su único
encuentro carnal, Azumi desaparece, tras lo cual Aoyama emprende su infatigable
búsqueda. En el camino irá enterándose de ciertos hechos espeluznantes, con lo
cual, sin que uno lo advierta, el film va volviéndose de terror. Antes de la escena
final, donde la película ahora es gore,
los espectadores nos zambullimos a un intermedio surrealista muy logrado, al nivel
del trabajo del director español Luis Buñuel. El personaje Azumi, por sus
maltratos y traumas sufridos durante su infancia —un morboso profesor de ballet
le quemó la pierna izquierda con un punzón ardiente, por mencionar solo un
hecho— es una especie de vengadora o justiciera. Lo escalofriante del film es
que el empresario es cruelmente castigado sin tener culpa aparente, pues sus
deseos por contraer nupcias son sinceros. No obstante, el pasaje surrealista
devela —o lo torna más ambiguo: el espectador decidirá—, ciertos hechos. Como
en Ichi the killer, el final de la
película goza de finales distintos.
Otro film a resaltar es Izo, trabajo experimental cargado de
simbolismos que nos recuerda al director chileno Alejandro Jodorowsky,
especialmente en El topo. Un Cristo
japonés es crucificado, azotado y herido en el costado con una lanza. Al
liberarse de su tortura, vaga por los confines del tiempo convertido en un
diestro espadachín y buscando, aparentemente, venganza. Takeshi Kitano actúa en
la película, como miembro de una cúpula de dioses, así también Bob Sapp,
representando a un guardián que vela la entrada a un templo. En el film
aparecen imágenes de Stalin y Hitler, además de infantería, tanques y aviones
bombarderos de la segunda guerra mundial; así mismo, el ejército japonés y la
bomba nuclear en Hiroshima. A simple vista, el film presenta un conglomerado de
imágenes caóticas. Una mirada más atenta nos develará los hilos conductores que
dirigen la película, los simbolismos presentes. Cada espectador le asigna el
valor que interprete.
The
happiness of Katakuris tampoco deja de ser, en parte,
experimental. Una familia japonesa abre un hospedaje para viajeros, dado que su
casa está en las afueras de la ciudad. Pero tienen mala suerte con sus huéspedes:
todos llegan a morir. La película se inicia con un stop motion en plastilina, lo cual se repetirá más adelante, en
escenas de acción. Así mismo, hay coreografías y musicales que involucra a todo
el reparto, exigiendo la presencia de muchos actores extras.
Visitador
Q
y Gozu, constituyen películas
perturbadoras, un espectador con una alta sensibilidad no debería verlas. En el
primero de ellos, se desarrolla el drama de una familia. El padre es un
fracasado vendedor, el hijo tiene que aguantar la humillación de sus compañeros
en el colegio, su hermana se prostituye y la madre es golpeada brutalmente por
su hijo varón, como una forma de desahogar su mala suerte. Por sus escenas
explícitas, este trabajo nos hace recordar al del director italiano Pier Paolo
Pasolini, especialmente en Saló, dado
que se presentan escenas de sexo, necrofilia y marcada violencia. A la casa de
la familia llega, de pronto, un visitador, figura muy parecida a lo que ocurre
en Teorema. Luego de interactuar con
cada miembro, el visitador desaparece, instaurando la paz en el hogar. Parece
que esta película se preguntara por los límites éticos de la humanidad. En Gozu volvemos al tema de los yakuza. Un
guardaespaldas conduce un carro rumbo a una ciudad, llevando a su jefe, Sho
Aikawa. Pero son interceptados en el camino. Afortunadamente, logran burlar a
los agresores, luego de lo cual, en una parada de la carretera, el jefe
desaparece. El guardaespaldas, desesperado, lo busca por todos lados, hasta que
cae en un pequeño pueblo, donde vivirá las más raras experiencias imaginables
—una anciana que quiere tener sexo con él y una minotauro que aparece en su
habitación de pronto, son algunas escenas bizarras—. Finalmente logra dar con
su jefe, solo que ya no es jefe, sino jefa. Por ello, es cortejada por diversos
hombres. Justo cuando el guardaespaldas pensaba seguir su camino y presentarse
con aquella mujer, su superior aparece en una escena muy lograda y perturbadora.
No podemos dejar de mencionar el film 13 assassins (2010), trabajo donde Miike
aborda un tópico a perpetuidad en la industria del cine japonés: los samuráis.
Este film cuenta la historia de un cruel shogun en el ocaso del feudalismo
japonés. Una banda de samuráis, retirados de su oficio por la ausencia de
motivos para luchar, ven en el ascenso de este cruel shogun —quien había
cercenado todos los miembros y lengua de la hija de un campesino que lideraba
una protesta— el perfecto motivo para empuñar los sables nuevamente y morir en el
combate. Tan solo 13 samuráis se enfrentan a un ejército de 400 hombres de aquel
cruel shogun, trabajo que es un tributo a Akira Kurosawa.
Estos son algunos títulos recomendables
para todo aquel que quiera aproximarse al trabajo de este talentoso director
japonés y se sienta abrumado por su extensa filmografía. Pese a que una
película de Miike puede encerrar géneros distintos, sus trabajos no se
distorsionan ni pierden veracidad, todo lo que ocurre en Iche the killer, en Audition,
en Gozu y en 13 Assassins es perfectamente desprendible de los hechos,
personajes y locaciones que la película presenta al espectador, creando mundos
distintos cada una de ellas. Muchas películas de acción, precisamente por
buscar impresionar, exageran o presentan sucesos que no guardan relación con lo
que le precede, es decir, un hecho no lleva al siguiente. Aquello sucede hasta
en directores consagrados como Quentin Tarantino, quien se inspirara en Ichi the killer para rodar Kill bill. En muchas de sus películas la
violencia supera el marco de verosimilitud, de lo esperable. Nada más
recordemos el final de su última entrega, Django
unchained, donde los logros iniciales se ven opacados por el baño de sangre
final y exagerado. En el trabajo de Miike esto no sucede, sus protagonistas
nunca gozan de un desenlace feliz; además, la mayoría de ellos perece
amargamente.
Así, estamos ante un prolífico director de
cine, joven aún, que tiene mucho por dar y sorprender. Podríamos mencionar un
film más para cerrar: Sukiyaki western
Django (2007), dedicado al mercado norteamericano y donde aparece Quentin
Tarantino como actor. No obstante, la película no es muy lograda. El argumento
es simple: dos bandos, el rojo y el blanco, disputan el dominio del viejo
oeste, haciéndose de un jugoso botín. La película es cruzada por la historia de
amor de un hombre rojo con una mujer blanca. Lo que sería llamativo del film es
ver a samuráis disfrazados de vaqueros, hablando en inglés e imitando los
estereotipos del súper héroe de las películas de serie B norteamericana: un
japonés vaquero que acribilla a todos con una ametralladora gigantesca nos
recuerda a John Rambo o Chuck Norris en cualquiera de sus entregas.