En los poemas que componen Desembarcos de Evgueni Bezzubikoff la historia personal con la historia universal se entrelazan y alumbran una nueva voz, como aquel artefacto narrativo de los vasos comunicantes donde la conjunción de dos historias crea una tercera. En nuestro caso, épica y lírica vuelven a su original afluente, cuando, por ejemplo, un poeta y guerrero como Arquíloco, cientos de años atrás en la antigua Gracia, participaba en las contiendas y guerras de aquel entonces y escribía la historia, vuelta poesía, para registrar aquellos magnos eventos. De esta forma, en Desembarcos hay una reconciliación entre épica y lírica que contrasta con la poesía contemporánea. Recordemos, también, que poesía y narrativa vienen del mismo modo de la épica.
Así, el libro se abre con la sección que sintomáticamente se llama “El mundo que aún tenemos”, donde aparecen personajes de la historia universal como Alejandro Magno, rey de Macedonia, Senaquerib, rey de Asiria y San Agustín, los que merecen una reinvención y son, por ende, retratados desde una perspectiva poética. Citemos precisamente el poema “Visión de San Agustín de Fra Filippo Lippi”: “
Iba San Agustín con su walkman
caminando por las colinas de la Toscana.
Escuchaba
To the Moon and Beyond.
Se preguntó, como hombre santo,
¿Cómo Gavin Luke
había podido componer
tal fragmento de la gracia de Dios?
El uso del walkman y la cita al artista Gavin Luke, sin duda, son un punto que nos remiten al presente, pero es un presente que, en esta era de rápidos cambios, envejece y va volviéndose parte de la historia. El sabio e iluminado San Agustín, avanzando en el poema, recibe una gran lección de un niño. Citemos
Niño, qué haces con una cuchara sacando agua del río
y llenándola en ese pozo pequeño.
Querer comprender el misterio de la canción que escuchas
y que yo soy los tres y el todo
desde el tráfago de la vida humana
es tan vano como llenar el riachuelo en este pozo
con una cuchara.
Uno de los poemas que condensa la historia personal con la historia universal es “Vienes de imperios y reinos”. Citemos:
Mi hija ha llegado desde los Aqueos
y de los barcos Fenicios.
Ella ha llegado
a esta orilla después
de las Termópilas
y tantas huidas de Darío logradas por Alejandro.
La hija del poeta, la musa de vinculo filial en estos versos, no está aislada en el seno del hogar, sino que se conecta precisamente con la antigua Grecia y con las batallas más importantes que hubo durante esa época y contra los turcos. La historia personal, así, es posible gracias al vínculo inexorable con la historia universal. Todos descendemos, de alguna o muchas maneras, de Homero y de su Olimpo de dioses, todos nos hemos conmovido con Ilíada y Odisea y con las batallas e historias entre atenienses y espartanos. Y esto, creo entenderlo así, repercute de una forma más sonora en Desembarcos, especialmente si pensamos en el nombre del poeta, Evgueni, y en su apellido, Bezzubikoff, de ascendencia rusa.
No solamente lo griego está presente, sino que también se desciende de:
De las arenas y ríos del Imperio seléucida
de la piedra Inca y de estas palabras del que fue el Reino de Castilla.
Hoy que baja veloz por la resbaladera
continuamos nuestra historia
en otro imperio
Así, España y Perú están presentes en el linaje que compone el presente o lo presente. Pero este presente, o presentes, no está agotado, sino que el viaje continúa ahora “en otro imperio”. Y este imperio contemporáneo son los Estados Unidos de Norteamérica. La mención a “hoy que baja veloz por la resbaladera” no es arbitraria, sino que responde, precisamente, a la descendencia que compromete muchos orígenes y el paso del tiempo que lo hace posible es “continuamos nuestra historia”. De esta forma, la voz poética construye un recorrido que, considero, trasciende lo migrante o el espacio migrante, pues por lo general esto último se termina cuando el sujeto migrante parte de un origen y llega a su final. Aquí no existe origen ni final, sino que la historia y la sangre fluyen por todo el planeta y por los momentos más importantes de su línea de tiempo.
Quiero hacer mención, ahora, a otra cualidad del poemario. Me refiero a esa sencillez asombrosa con que están construidos muchos versos, a esos descubrimientos posibles en la poesía. Me refiero, por ejemplo, a los poemas “La última tarde de este mundo” y “Killari cumple un año en las esferas”. En el primero asistimos a la despedida de un ser querido, en este caso, de un hermano (sintomático es que esta sección llamada “Misha” tenga una cita a César Vallejo en “A mi hermano Miguel”). El fulgor poético está llegando al final:
Te sostenía de la mano
y fuiste lentamente bajando tu respiro
Como si tus latidos empezaran a ir de puntillas.
Cada vez más lentos
Cada vez más cerca
Del Otro espacio.
Hasta que sonaron más allá
que aquí.
La muerte, por obra y gracia del poema, recibe otro nombre, es descrita desde otra perspectiva. Con la palabra “puntillas” entendemos que hay cierto movimiento, que pueden ser los pasos del que comienza a irse de este mundo, lenta pero inexorablemente. Efecto similar ocurre en el segundo poema. Cito:
Por eso con tanto gusto, a tu breve tiempo,
te he enseñado la luna y tú (orgullo que me hace llorar)
me has enseñado el otro día un punto blanco arriba en ese lienzo oscuro: a’ ta.
Ahora Marte se llama a’ta en medio de mi corazón.
Esta vez el efecto poético es posible gracias a la presencia de la musa filial y el vínculo paterno. Así en vez de corregir o señalar el nombre de Marte, lo que hace la voz poética es aprender de su hija y rebautizar de una forma personal aquel planeta. Toda esta escena se refuerza con uno de los siguientes versos, muy tierno y entrañable:
la vida no durará en mí más que tu amor
Es decir, la vida es posible gracias al amor. El signo de lenguaje, lo sabemos, es arbitrario y eso abre más posibilidades a modificarlo sin pasar por las reglas que, nuevamente, son arbitrarias.
De esta forma, Evgueni inscribe la historia personal del padre y de la hija en la historia universal y todo ello, la línea de tiempo que les tocó vivir, es un constante desembarco, desembarco que no se limita a una región, sino que los ríos de la sangre están por los seis continentes que componen el mundo y viajan por sus distintas eras. Ese viaje, por supuesto, incluye a los libros de ficción o literatura, con personajes creados, recreados o hasta modificados. Incluso el orden cronológico puede ser atemporal o mezclarse el pasado con un pasado más cercano, como nuevamente sucede en el poema “Visión de San Agustín de Fra Filippo Lippi” donde San Agustín, que anda escuchando música en su walk man, se encuentra con una versión infantil de Jesús.